EL CONCEPTO DE IDEOLOGÍA

Decía Platón que, para obtener la definición de un concepto universal, debía verse cuál era la propiedad común que tienen los distintos particulares que participan de dicho universal. (1)
En este caso para obtener una definición clara del concepto de ideología, es preciso pues ver cuáles son las características comunes que comparten todas las ideologías, tales como el liberalismo, el marxismo o el fascismo.

La primera característica común que podemos apreciar, es que toda ideología es un sistema coherente puramente abstracto, es decir, sin correspondencia con la realidad.
Si bien son sistemas abstractos sin correspondencia con la realidad, esto no supone que no se funden en base a realidades, solo que toda ideología se basa en una visión parcial de esta, eliminando el resto, de ahí su no correspondencia. La ideología pretende abarcar toda la realidad mediante una mera parte de la misma, ejemplos paradigmáticos son el marxismo que pretende explicar toda la historia mediante la lucha de clases, el economicismo que solo toma en cuenta en su análisis los hechos económicos o ciertos movimientos identitarios que se centran en la raza y otros elementos físicos como fundamento del comportamiento humano.
El ideólogo busca acomodar la realidad a su sistema, destruyendo para ello el orden natural y creando uno artificial que se acomode a su modelo teórico mediante la voluntad humana, la esencia de toda ideología es el voluntarismo.



Así llegamos a la segunda característica común de todas las ideologías que se deriva de la primera, y es que todas ensalzan como valor supremo la libertad, pero no la libertad entendida en sentido clásico como libertad para elegir los medios por los cuales realizar los fines previamente establecidos en miras al bien, sino la libertad de fines, es decir la libertad entendida como liberación de aquello que impide al hombre concreto convertirse en el hombre abstracto del que parte toda ideología, pues como ya se ha dicho, al partir la ideología de una visión parcial de la realidad, necesita eliminar el resto de la realidad que no contempla y para ello pretende destruir el orden natural, que le recuerda una y otra vez al ideólogo que la realidad no es como él cree que debería ser.
Debido a esta liberación toda ideología toma como base al hombre abstracto, a aquel que no está ligado a nada real, que no tiene tradición y por lo tanto límites, podemos ver como en la revolución francesa, no se declaran los derechos del francés, sino los del hombre y ciudadano, entes abstractos desprovistos de tradición.

Por ello expone acertadamente Joseph de Maistre:

La Constitución de 1795, como las precedentes, está hecha para el hombre. Ahora bien, el hombre no existe en el mundo. Yo he visto, durante mi vida, franceses, italianos, rusos…, y hasta sé, gracias a Montesquieu, que se puede ser persa; en cuanto al hombre, declaro que no me lo he encontrado en mi vida; si existe lo desconozco (…)
Esta constitución es capaz de ser aplicada a todas las comunidades humanas de China a Ginebra. Pero una constitución hecha para todas las naciones no está hecha para ninguna, es una pura abstracción, un ejercicio escolar cuyo propósito es ejercitar la mente de acuerdo con un ideal hipotético, y que debe ser dirigido al hombre, en los lugares imaginarios que habita.” (2)

Esta pretensión de sustituir el orden natural creado por Dios por un orden artificial creado por el hombre, puede verse muy bien cuando Hobbes y posteriormente Rousseau sustituyen el concepto tradicional de Nación bien expresado por Jean Ousset como comunidad de herederos de una tradición legada por los ancestros que habitaron antes en la Patria y unidos por dicha herencia que han de trasmitir en el futuro a nuevos herederos (3), a un contrato social nacido de la pura voluntad humana, la nación así no es un proceso de siglos de depuración de tradiciones sino una creación, una construcción, el hombre se erige como creador de un orden artificial frente al orden natural instituido por Dios, cayendo así de nuevo en el pecado original al querer ser los hombres “como dioses” (4).

En Toda ideología se da pues de forma implícita la rebelión contra Dios, al ser este el creador del orden natural que se pretende destruir mediante la voluntad humana, ya sea por medio de una liberación del hombre de esta realidad en la fase superior del comunismo, con la extinción de las clases y el estado, sea por medio de la constitución de un sistema democrático que permita obtener la voluntad general de los individuos que actuaría como única base de la articulación de la sociedad, o sea por cualquier medio de liberación sostenido por otras ideologías.


Tal vez el ejemplo más claro de esta rebelión contra el orden natural lo encontramos en la llamada ideología de género, por la cual el hombre no aceptando su condición de creatura, pretende por su propia voluntad destruir el ser de las cosas, en este caso el suyo propio, postulando que el género no es algo con una esencia ya establecida, sino una pura construcción, como bien dice Benedicto XVI:

La falacia profunda de esta teoría (refiriéndose a la ideología de género) y de la revolución antropológica que subyace en ella es evidente. El hombre niega tener una naturaleza preconstituida por su corporeidad, que caracteriza al ser humano. Niega la propia naturaleza y decide que ésta no se le ha dado como hecho preestablecido, sino que es él mismo quien se la debe crear.” (5)

Al final la ideología de género es la consecuencia lógica del contrato social que ve como construcción la nación, no es más la extrapolación de esto al individuo, no se acepta una naturaleza previa, sino que toda la realidad es creada por la libre voluntad del hombre, una voluntad que no tiene objeto alguno más que ella misma, las ideologías no buscan llevar al hombre al bien o a cualquier otro objetivo, sino simplemente liberarlo de todo lo que limite su voluntad, para ello es obligatorio el relativismo moral, debido a que la idea de un bien objetivo llevaría a que la voluntad tuviera el deber moral de realizar el bien, limitándola, lo cual no es aceptable en el marco ideológico voluntarista.

En conclusión, el concepto de Ideología puede ser definido como sistema coherente puramente abstracto basado en una visión parcial de la realidad por la cual trata de explicarla en su conjunto, mutilando el verdadero orden natural de esta mediante la voluntad humana para acomodarla al sistema teórico defendido.

Fuentes:
(1): “Es preciso que ambos tengan alguna cosa de común que los haga bellos, que les pertenezca a ambos en común y a cada uno en particular. De otra manera no serían ambos bellos a la vez y cada uno en particular.” Platón, Obras completas, El Primer Hipias, edición de Patricio de Azcárate, tomo 2, Madrid 1871, página 137.
(2): Joseph de Maistre, Consideraciones sobre Francia.
(3): “Pudiéramos sostener que la patria es algo que se refiere esencialmente al pasado, que es el capital reunido por los padres en el curso de los siglos. Por el contrario, el término de nación nos parece que pudiera designar ese segundo aspecto, muy importante y muy distinto del primero. No el aspecto de la herencia, sino el de la comunidad viviente de los herederos. En efecto, por su misma etimología, por la idea de la filiación, de nacimiento que expresa, el término nación presenta algo más dinámico: su encadenamiento de generaciones, un flujo viviente. Es esta idea de transmisión de la vida por el nacimiento la que debemos retener. La-nación es la sucesión de los hombres de la patria en el pasado y en el porvenir, así como en el presente. No es el simple total de los que viven. La nación existía antes que ellos, y cuando ellos hubieren muerto los sobrevivirá.” Revista Verbo, número 541-542, página 240.
(4): “Replicó la serpiente a la mujer: “De ninguna manera moriréis, es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal.”” (La Biblia de Jerusalén, Gn 3.5-6)
(5): El texto citado aparece en el libro “La Sal de la tierra”, en la página 142 de su versión en ebook disponible aquí: https://books.google.es/books/about/La_sal_de_la_tierra.html?id=8bMrui44onIC&hl=es


Manuel Blanco García